LA IDOLATRÍA DE LA MALDAD
Desde íconos de la paz con trasfondos sombríos; narcotraficantes santificados y asesinos seriales idolatrados únicamente por su perversidad. Los mitos urbanos en el mundo se asientan con más peso a través del tiempo, y se refuerzan con la exposición que la prensa, el arte y las religiones hacen de ellos. Esto llega a distorsionar sus historias y genera en sus seguidores empatía y representación.
Desde pequeños lo primero que nos enseñan en casa y en la escuela son los valores, y los relacionan a íconos avalados por la sociedad en general para seguir su ejemplo de vida en comunión con sus pares. Es el caso de María Teresa de Calcuta, quien aseguraba que el dolor era la vía para sanar los pecados, y con tal pensamiento dejaba morir en condiciones inhumanas a quienes se acercaban a ella por ayuda. Sin embargo, la religión y la prensa se encargaron de elevar su figura hasta el punto de desligar de ella todo aspecto negativo. Convirtiéndola en la representación de la caridad en el mundo. Incluso fue premiada por con un Nobel de la Paz. Caso similar al de Mahatma Gandhi, una persona racista y segregacionista, que además dormía con mujeres desnudas, entre ellas menores de edad, supuestamente para tener autocontrol. No obstante, la exposición que la prensa dio de él fue tan positiva, que, para los ojos del mundo, Gandhi es una figura ejemplar dado su rechazo a la violencia como líder independentista.
En Latinoamérica, el arte ha sido parte de la formación de ídolos cimentados en bases de crímenes y violencia extrema. Es el caso del capo de la droga colombiano, Pablo Escobar, quien por su solidaridad con los pobres ya era idolatrado, pero con las recientes producciones audiovisuales, tanto en series y películas, se ha convertido en un personaje de culto no solo en Colombia, sino en el resto del continente. Ejemplo similar sucede en México, un país hundido en la violencia, donde los narcotraficantes se encargan de la seguridad de los pueblos dada la ineficacia policial. Este contexto contribuye que florezcan ídolos urbanos, y se demuestra en las telenovelas y los famosos narcocorridos.
Estados Unidos ha capitalizado el morbo, y hace mega producciones audiovisuales, como documentales, series y películas de asesinos seriales que son un completo éxito. El interés genera en el público identificación e idolatría hacia estos criminales tan solo por su perversidad e inteligencia. Otro caso son las persecuciones policiales en vivo, estas son el pico de rating en muchos canales, lo curioso es que la cultura estadounidense, en estos casos tiende a alentar a los delincuentes como si de una ficción se tratara. Finalmente, quienes los exponen son los responsables de la idolatría desmedida hacia íconos urbanos y culturales con trasfondos violentos. La prensa sensacionalista enaltece a figuras que van de la mano con su ideología; las religiones santifican a quien le convenga dada la fe ciega de la gente; y el arte dominado por la capitalización, normaliza, banaliza y exalta personajes en base al morbo.
La creación de un ídolo no puede ser tan simple como la implantación de mitos sobre su muerte, la omisión de sus errores y valores negativos, y una mentira colectiva sobre su capacidad milagrosa. Lamentablemente la necesidad de fe, representación y morbo, hacen que esto suceda con frecuencia y cada vez con mayor intensidad.
Piero RG
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